lunes, septiembre 05, 2005

High Fat



Acabo de terminar mi sandwich súper chorizo con cebollita. Estos días he comido con unas ganas que me sorprenden y eso es fiel reflejo de mi apacible estado de ánimo. Todo bien. No diré "muy bien" porque típico que después pasa algo y se va todo a la cresta.

La semana pasada pensé que mi maldita enfermedad me arruinaría todo el finde. El viernes, a última hora decidí salir a juntarme con Dafunk. Todo iba de lujo hasta que me tropecé con un horroroso taco en Carlos Valdovinos, que me hizo llegar media hora tarde y encontrar a mi amigo con un caracho de 5 metros.

10 minutos después estábamos sentados en unos sillones ultracómodos devorando unos increibles veget rolls. A pesar de que tenía órdenes expresas de mi doctor de no tomar alcohol, no pude resistir un ron malibú con jugo de piña. Súper. Mientras disfrutábamos de la comida, nos dimos el tiempo más que necesario para esa charla que llevaba meses esperando. Hablamos de nuestros proyectos, nuestros temores, revisamos el paso de los últimos años y nos pusimos al día con las novedades más frescas. Luego nos dimos una dosis de abrazos y cariños, lo que me alegró montones porque lamentablemente habíamos tenido diferencias que nos tenían medios distanciados.

Al rato apareció Dj Gordo, cuyo nombre artístico no mencionaremos para evitar problemas con la prensa de farándula. En su calidad de DJ residente, nos invitó a su caseta espacial y ahí jugueteamos con sus tornamesas y los altos medios y bajos de su mezclador. Yo quería poner un disco de tribal, pero no se podía por la "onda", luego yo quería poner un disco de Dee Lite, pero tampoco se podía. "Ese no vas a poder mezclarlo", dijo. Mis intenciones se frustraron aún más cuando llegó Marido y me arrebató de las tornamesas para dar jugo himself.

-DJ Gordo nos vende las dos tornas en 250 lucas, las compra?
-BUeno! -dijo Marido
-eeee!-dije yo.

Aburridos del glamour electrónico y las toneladas de sushi, Dafunk, Marido y yo caminamos por A. Varas hasta nuestro auto que se congelaba en una calle solitaria. Subimos por Pedro de Valdivia buscando el "pub" de un amigo de la infancia de Marido, que esa noche hacía su inauguración.

Debo decir que si en algún momento pensé que el portal a otra dimensión estaba en el metro Estación Mapocho, debo correjir y apuntar que en realidad se encuentra en P de V con Duble Almeyda.

Entramos, y todas las miradas se depositaron de una manera salvaje en nuesta apariencia radicalmente distinta a la de los cientos de rokeros que se empinaban sus chelas de a litro y sacudían sus melenas al ritmo de Metallica. Dafunk y yo nos acomodamos en un rincón mientras Marido saludaba a mucha gente que lo abrazaba sorprendido y le decia "Tuuuuuu!!!!!, noooooo!!!!". Luego las respectivas presentaciones y yo saludando con cara de señora y la lesera, Dafunk colgado de mi cuello, bastante embriagado y feliz, sonriendo a las chicas que nos preguntaban , son novios?.

-no, él es mi amante, ése es mi marido.

Dafunk y su cara de "qué es esta huea! que asco!", se transformó rápidamente en uno más y partimos a la pista seducidos por el reggeton que empezó a sonar fuerte.

-se perdieron las bandas -dijo uno
-pucha, para la otra!.

Luego comencé a sentir mis tripas pedir algo para mascar y en el antro no había nada aparte de chelas y piscolas.

-tengo hambre
-oye, que le pasa a tu señora que quiere puro comer!
-quiero comer algo como una hamburguesa!

Salimos. Habíamos estacionado al lado de un YPF y entramos. Pedí una Hamburguesa con extra cebolla y nos sentamos en una mesa a jugar con el celular gameboy de Dafunk. Tenía de Ring tone un tema de Juan Antonio Labra, y cuando lo puso, unos pendejos locos que estaban ahí mismo se pusieron a cantar, terminamos haciendo un súper coro multitudinario y las dependientas de la tienda hicieron un molestoso SSSSSHHHHHH!!!!!!!!! que nos dejó sentados en el auto bajando por la Autopista del Sol.


Desperté el sábado con cero ganas de salir de mi cama, pero teníamos asado en nuestra casa. Y domingo partimos al asado de cumpleaños de mi primo Daniel.


Fin de semana absolutamente hipocalórico.